miércoles, septiembre 30, 2009

El Aprendiz, en La Sexta



Probablemente fui la única persona en España que vio anoche (lunes) el debut de El Aprendiz, en La Sexta. Cené temprano, y zapeando me quedé un rato embobado viendo a las partenaires del Gran Wyoming en El Intermedio, Beatriz Montañez, que tiene unos ojos grandísimos, y una asiática que le tomó el relevo cuando se fue, una china que se hace la tonta lista y que tiene toda la pinta de ejercer de lo primero en la vida real. Para terminar hicieron un zapping de un cocinero de la tele local de Rota que fue con diferencia lo mejor del programa. Wyoming parece el niño de Los Monsters con los tirantes esos que se pone, es demasiado cabezón, y hace como diez años que dejó de hacer gracia. Ya se encargan los de La Sexta de no dejarlo ni un momento solo en pantalla, porque imagino que de hacerlo el share debe bajar demasiado incluso para la ruinosa media de la cadena. Como digo, estaba pensando en cambiar y salió lo del cocinero, que tiene mucho arte, y ya seguí un rato.

miércoles, septiembre 23, 2009

El oro de España estaba en Polonia y la plata de Los Fucking en San José



Hace un par de días la selección española ganó la final del europeo de baloncesto. Da gloria verlos jugar a estos zagales. Sorprende que un deporte tan atractivo quede oscurecido, como casi todo lo que pasa en el mundo, por el fútbol, deporte extremadamente más tedioso que el de la canasta, pero que algo debe tener cuando nos tiene a todos subyugados. Mientras escribo esto escucho por la radio como sigue arrasando el Barça… Pero el que no se haya emocionado con estos muchachos del baloncesto es que ni tiene corazón ni nada. Además de que juegan como los ángeles (lakers), es que caen bien, desde el primero al último. Se ve que hay buen rollo entre ellos, y las enchufan que da gusto. Vaya, que es difícil no epatar con un grupo así, buena gente y ganadores natos. Ocurre que de repente, España, sin negros nacionalizados, juega como lo hacían los equipos de la NBA. Los de aquellas finales de conferencia que daban en la tele por las tardes, con Magic Johnson dando asistencias mirando al tendido, viendo volar a Michael Jordan, o el gancho del cielo de Kareem Abdul-Jabbar, y los triples de Larry Bird,… Ahora resulta que aquí también se saben hacer alley-oops, mates de espaldas a la canasta y demás repertorio de virguerías. Y los hacen en una final. Y lo petan. Pena de arbitraje que nos hicieron en la final de las olimpiadas de Pekín, porque ese partido, ay madre, qué cerca estuvieron…

Como Los Fucking, pronúnciese “los fakin”. Hubo unos juegos comarcales en que rozamos el cielo. El evento en cuestión se celebraba en las pistas de San José de Vélez Rubio. Nuestro equipo lo conformábamos el Mateo en la portería, un servidor atrás de cierre, un par de alas, el Lobitas (Antonio López) y el Mechas (Ginés Jesús) y en punta el Poveda (Jose), también estaban el JoséJuan y el Jesús (los dos también Povedas). Nos llamábamos así porque las camisetas eran unas que le prestaban sus tíos al Mateo. Los tíos del Mateo y sus colegas se conoce que eran unos calaveras buenos. Porque no se les ocurrió otra cosa que, para una vez que jugaron las 24 horas de fútbol sala (furbito) del pueblo, hacerse unas camisetas verde limón que tenían pintado por delante, además del distinguido nombre del equipo, que las cosas como son, nos daba mucha risa, un cuervo gigante fumándose un porro. El animalito en cuestión lucía chupa de cuero y alrededor suyo había jeringuillas, lo que con los años descubrí que era un condón usado, una botella de whisky y a saber qué lindezas más que no recuerdo. Por detrás tenían el número, y los apodos de lo más selecto de una generación velezana famosa por darse a todo tipo de vicios en La Brasa, ahora una pizzería restaurante, y en tiempos, un antro lúgubre al que me tenían prohibida terminantemente la entrada mis padres, y de cuya parroquia se pueden contar con los dedos de una mano los supervivientes. En fin, que allí estábamos nosotros, unos críos de diez o doce años, vestidos con unas camisetas que nos venían grandísimas metidas por dentro del pantalón, llevando al cuervo tarambana por delante y el mote de algún prenda local por detrás. Y el número. Yo llevaba el 3. Como Migueli. Las camisetas olían fatal. Y eso que lavadas estaban, porque tenían unas buenas manchas de lejía. Pero ni con esas les había sacado punta la madre del Mateo. Así que a eso de las diez de la mañana nos enfundamos aquellas camisetas apestosas y comenzamos a competir. Poco parecía que podían hacer a priori dos orejones (el mechas y el mateo), un gordito cabezón (un servidor) y otro cabezón más (el jose). Pero resulta que el Lobitas estaba fino, y el resto más o menos hicimos el papel. Nos conocíamos de jugar juntos todas las tardes, y jugábamos de memoria que se dice. Con ligeras imprecisiones, pero de memoria. Y pasamos la primera fase. Y nos metimos en cuartos, que se jugaban ya por la tarde. Sobra decir que nadie daba un duro por nosotros, y que jugar a las tres de la tarde a mi madre le parecía un disparate. No me acuerdo contra quien jugamos, pero sí del momento antes de empezar, conjurándonos para pasar a semis. Recuerdo también que hacía mucho calor y que no podía casi ni menearme de la panzá de arroz y pavo que me había pegado en lo de mi abuela, que los sábados comíamos allí. El caso es que ganamos y nos plantamos en la semifinal. Jugábamos contra el equipo del Largo, y del Nacho, que era uno que militaba en las categorías inferiores del Murcia, y que después se fue al Madrid, y que incluso llegó a la selección, pero que se dio a los placeres de la vida, y por ahí anda, en segunda b o tercera… Estaban las gradas llenísimas de familiares y en contra de todos los pronósticos otra vez, llegamos al final del partido empatados. Fue faltando cosa de un minuto que el Ezequiel (árbitro) señaló córner. Y allí me fui yo, a la esquina. Y no se me ocurrió otra cosa que meterle a aquel balón la uña en todo el medio, pero dándole un efecto retorcido que hizo que la pelota saliera de mi bota al segundo palo, y de allí, al fondo de la red. Vaya, que metí un golazo directo. Fue, sin ningún género de duda, el mayor momento de gloria de mi infancia. Recuerdo como todo el mundo cantó el gol (éramos los que íbamos a perder así que toda la afición estaba con nosotros), y recuerdo correr gritando, y todos detrás de mí, y abrazarnos como locos. Fue la puta bomba. Lo dimos todo en aquella semifinal. Siete críos con taras varias, metiéndose en la final del campeonato con aquellas camisetas tan perturbadoras. Un delirio. Después, Los Fucking perderíamos la final, pero todavía guardo aquella medalla de plata como un tesoro.

viernes, septiembre 18, 2009

el verano del 94 (parte I)

panadero de Las Vertientes

"Mirémonos a la cara. Nosotros somos hiperbóreos. Sabemos sobradamente hasta qué punto vivimos aparte"
de El Anticristo de F. Nietzsche.

Organizando las Billy dí anoche con El Príncipe de Maquiavelo. Al abrirlo para ojearlo cayeron dos papeles, una entrada de adulto de color rosa para la piscina municipal de mi pueblo válida para el 13 de julio de 1994, y un ticket de autobús amarillento de la empresa Salvador Tudela Pérez para el trayecto Vélez Rubio – Las Vertientes fechado el 19 del mismo mes y año. 135 pesetas costaba el billete de autobús y el de la piscina no lo pone, pero más o menos por ahí andaría. Fue justo el verano antes de entrar en la universidad. El billete de la piscina está claro para lo que lo usaría, y no tiene más historia, el del autobús, sí. Para el que no lo sepa, Las Vertientes es una cortijada a medio camino entre Chirivel, de Almería, y Cúllar de Baza, de Granada, pueblos bastante miserables dicho sea de paso. De allí era El Pedrusco, Don Pedro, catedrático de Química y profesor mío en el instituto, célebre por elaborar un explosivo capaz de volar un cerro entero porque allí tenía la madriguera la zorra que se le comía las gallinas, y hombre que se vanagloriaba ante sus alumnos de haber domado a una cría de gato salvaje en pelotas. También era conocido en el IB José Marín por llegar a clase achispado cuando tenías con él a última, cosa esta natural después de echar la mañana en la cantina chato de vino viene y va. Don Pedro merece un post aparte con sus cosas, y fue sin duda mi profesor favorito en los cuatro años del instituto. Estimaba él que Las Vertientes, de donde como he dicho era natural, tenía doscientos habitantes contando gallinas y conejos. Esto, como todo lo que decía este hombre, es exagerado. Atravesaba al pueblo la carretera nacional que va de Murcia a Granada, y este se desparramaba, pero poco, a los dos lados. Mis únicos puntos de interés en el pueblo eran la panadería, extraordinario despacho del mejor pan casero, que al pisarlo por las mañanas se me antojaba el cielo de los aromas, y la gasolinera, que no olía bien, pero que era a donde estuve trabajando aquel verano surtiendo al personal con derivados del petróleo, además de frutos secos, pinos ambientadores y cintas de vhs porno, que no veas la salida que tenían. Las cintas las testaba todas el hijo de Eustaquio (el dueño). Un gordinflón simpático que se las llevaba a su casa y las devolvía con el plástico roto. Un día un tipo que se llevó como ocho o diez me dijo que si no le hacía un descuento porque estaban todas abiertas… Yo también me llevé una un día, pero como no tenía vídeo tuve que ir a lo de mi vecino, y allí en su salón le echamos un vistazo en plan furtivo. Recuerdo que era horrorosa, pero imagino que haría su papel. Aparte de lo del porno, me compré a precio de coste la película de Oliver Stone sobre los Doors y las cintas rojas y azules de casete de los Beatles. A Las Vertientes me iba en el correo de baza, el correo era un minibús conducido por un anciano muy simpático al que le faltaba una oreja, así que había que hablarle por la otra. Llevaba el hombre a la ida una botella de coca cola de litro y medio rellena con vino del terreno. Botella que para el trayecto de vuelta volvía ineluctablemente siempre vacía.

Y no cuento más por hoy… en la segunda parte aparecerán el Anticristo de Nietzsche, unos testigos de Jehová, casi toda la obra publicada en español de Herman Hesse, Daniel, el argentino al que rentaban el hotel restaurante de al lado de la gasolinera, y que compatibilizaba los menús para camioneros con sus labores de proxeneta, una de sus empleadas pidiendo auxilio al gasolinero adolescente, (yo), Maquiavelo, un viaje en autostop, y otro en bicicleta, un accidente con muertos, y la casi desaparición del conductor de mi minibús en pleno trayecto. ¿He dicho que durante todo ese verano, el único que viajaba la mayoría de los días en aquel bus era yo? Siniestro, ¿a que sí?.

En fin, aquel verano leí muchísimo por las mañanas. Por las tardes, imagino que me iba a la piscina.

miércoles, septiembre 16, 2009

los detectives salvajes y los poetas de la calle escoberos




Hace como diez veranos recuerdo ir a la Calle Sigue Andrés Manjón (estas cosas sólo pasan en mi pueblo) a lo de mi primo Juanjo y verlo leyendo Los Detectives Salvajes. Por aquel entonces leía yo también bastante, pero en principio todo libro que pasara de las quinientas páginas no entraba dentro de mis presupuestos. De todas formas me quedé con el título. Hace como cinco años, rebuscando en una librería de segunda mano, estaba a cinco euros y me lo agencié. No ha sido hasta este verano que me ha dado por leerlo. Entremedio de todo esto, le ha dado tiempo a Bolaño a salir en Soldados de Salamina, morirse, y hacerse famoso en EEUU. No tengo claro si en este orden.

Se trata de la epopeya de un par de prendas, Arturo Belano y Ulises Lima, en su búsqueda de la poetisa jeroglífica Cesárea Tinajero. Del antes, del después y del durante. Todo contado en forma de testimonios aleatorios un poco a lo Rayuela. Tengo que confesar que si bien empezó resultándome un poco cargante, la terminé disfrutando mucho.

Muchas cosas me vinieron a la cabeza leyendo el libro este. Las evidentes reminiscencias literarias, esta que he dicho de Rayuela, y mucho también de En El Camino de Kerouac, con demasiados símiles como para obviarlos.... igual que Belano es Belaño, digo Bolaño, Sal Paradise era Kerouac, e igual que Belano tiene a Lima, Sal tenía a Dean, y viajaban en coches, y las drogas, y las ciudades, y bueno, y todo... También, sobre todo en los pasajes la germinación del grupo este de real visceralistas, me hizo recordar una revista que montó mi primo, el mismo de la Calle Sigue Andrés Manjón en Vélez-Rubio, pero esta vez en la Calle Escoberos en Sevilla, paralela de la Becquer, que hubiera sido una calle con un nombre mucho más pertinente para que germinara allí un movimiento poético. No daré nombres, primeramente porque casi no los recuerdo, pero lo que si recuerdo es pasar por el pasillo, y quedarme turulato escuchando a aquellos elementos cambiando el mundo. Llegué a escuchar, que el trabajo era un absurdo, que los animales no necesitaban trabajar y vivían, y que lo que teníamos que hacer era dedicarnos a ir recogiendo las frutas de los árboles. A mi primo, que es Cotes, me parece que lo que le interesaba de verdad era desarrollar sus habilidades de maquetación en Photoshop 2.0. Y uno, que es de pueblo, y que de no haber sido por que mis padres decidieron cambiar el rumbo de la historia, debería haberse dedicado desde bien chiquitico a la labranza, el abono, la siembra, la siega y cría de cerdos, cabras, ovejas, conejos y gallinas, pues como que no veía claro eso de ir cogiendo las frutas de los árboles y cazando conejos así por que sí... Viene aquí al caso una cosa que me dijo mi abuelo Quico una vez cogiendo almendra, “todo el que no se dedica a la agricultura, mierda tenía que comer”. No llego yo a tanto, pero digamos que si no comer mierda, al menos mucha hambre habrían pasado estos zagales de no haber sido por los ingresos en cuenta semanales de sus respectivos progenitores. Porque para litronas no les faltaba. No veas como dejaban la casa. Total para nada. A fin de cuentas creo yo que lo único que les interesaba era impresionarse entre ellos (chuparse las pollas dicho malamente) y lo que viene siendo el folgar.

Así era Arturo Belano, un pavorreal presumido y tonto. Y el realismo visceral, su agotadora danza de amor hacia mí. Pero el problema era que yo ya no lo amaba. Se puede conquistar a una muchacha con un poema, pero no se la puede retener con un poema. Vaya, ni siquiera con un movimiento poético.

jueves, septiembre 03, 2009

vélez rubio de cine (negro)



Acabo de volver de unos días en el pueblo. Esto de ir de visita al pueblo de uno es cosa que siempre reconforta. Ves a la familia, a los amigos, te pones ciego de beber (antes), de tocinillos y demás grasas saturadas varias a la parrilla (ahora) y descansas. A todo da tiempo. Incluso a enterarse de cotilleos. Cada vez me cuesta más saber quiénes son los protagonistas por más que me dicen sí hombre, el que la mujer está casada con el sobrino del vecino del alcaina, el de los cerricos, el primo de la del llano... pero que se fue con otro y que ahora ha vuelto, y que fíjate. Hace unos meses apareció uno en el polígono industrial atado a una farola, en pelotas y con una flor en el culo. Al parecer tenía el hombre ínfulas de Don Juan y así le aplaudieron la función. No tengo ni idea de quién es, pero sabiendo que es del pueblo tiene como más gracia... Pasa que el pueblo aparte de cosas de cuernos, y anécdotas simpáticas como esta, tiene un lado oscuro del cagarse... todo el mundo conoce a todo el mundo, y todos parecemos respirar la misma atmósfera serena del lugar... pero resulta que, y esto lo digo con todo el respeto para con las familias y protagonistas de la historia truculenta de la villa, es raro el mes que no aparece uno colgado en una era, que la espicha de sobredosis un zagal, o a algún desalmado o desalmada no se le ocurre otra cosa que borrar a la mujer o al marido del mapa... Estas cosas pasan en las ciudades e imagino lo único que hacen es alterar alguna estadística, pero en el pueblo... ¡joder! pero si ayer me crucé yo con él... Pensaba yo que estas cosas ocurrían sólo de un tiempo a esta parte, pero como desde que ando exiliado me ha dado por la espeleología velezana, leyendo un periódico local de hace como un siglo, me sorprendió el que más que una gacetilla de eventos sociales parecía El Caso en sus mejores tiempos... entre otras venía la noticia de uno que se le disparó la escopeta en la rambla y mató a dos (ríete tú de la bala que mató a JFK). Salió absuelto. Sin investigación ni nada. Dicen que es el aire que pega por allí, que vuelve a la gente loca, pero yo creo que es el agua. En adelante siempre que vaya llevaré cantimplora y reservas de agua mineral. Porque la de los caños del Blanco* a saber en qué clase de bicho me puede mudar.

Y más chascarrillos del pueblo: al parecer unos ingleses tenían una plantación de marihuana brutal... cuentan que la colonia inglesa de los alrededores asistió con lágrimas en los ojos al arrancamiento de matas por parte del personal del ayuntamiento (que dicho sea de paso se les ve de un tiempo a esta parte con los ojos entornados y mucha hambre); y siguiendo con el tema que quema, escuchas al más puro estilo The Wire (y yo ahí creyéndome que esto era cosa sólo de Baltimore) desembocaron en una redada con gente descolgándose de helicópteros en cortijos. De cine oiga...


(*) Vélez Blanco: villa vecina a la de Vélez Rubio, famosa mundialmente por que el patio renacentista de su expoliado castillo señorial luce en el metropolitano de Nueva York, además de por tirar al santo por el barranco después de que el pasearlo por el pueblo diera infructuoso resultado pluvial.
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