Debía tener yo nueve o diez años cuando me emperré en sacarme el título de máquina, que así era como le decíamos en mi pueblo a un papel que nos daba el Miguel El Quiles cuando el hombre estimaba que ya éramos expertos mecanógrafos. Se supone que aquello ocurría cuando alcanzábamos unas pulsaciones por minuto determinadas. A mi todo aquello de las pulsaciones me importaba un pimiento. Lo que sí que me había llamado la atención era una carpetilla azul que le había visto a mi prima mari. Dentro guardaba unas cuartillas de folio que se compraban en la imprenta. Lo que yo quería era tener una excusa para poder comprar aquellas cuartillas inmaculadas que te envolvían en un paquete con papel vegetal sellado con celofán. Como digo, lo suyo era guardarlas en una carpeta en la que uno estampaba a rotulador, bien grande y con toda la finura de la que era capaz en ese momento, el nombre, y debajo, un poco más pequeño: “clases de máquina”.
Yo iba a las seis. Como a menos diez ya estábamos unos cuantos mirando por la ventana y tomando posiciones para entrar los primeros y coger una de las máquinas nuevas, unas Olivetti que se nos antojaban artilugios muy sofisticados en comparación con las viejas, unas Remington, de estas negras, con la superficie de las teclas circular, mucho más grandes que las otras y bastante más incómodas por la vertiginosa diferencia de altura que había entre las filas de letras. Todavía me duele el meñique de darle a la tecla de las mayúsculas. Nos sentábamos y empezábamos a copiar unas cuartillas que nos daba el Quiles. Primero el asdfg y el qwerty, después, conforme íbamos cogiendo destreza, frases sueltas, y para terminar, pasajes del Quijote. Se suponía que cuando estábamos listos, teníamos que decirle que nos cronometrara el tiempo que tardábamos en copiar una de aquellas cuartillas con menos de tres fallos. Estábamos todos en una habitación, mirando al frente, y él, se suponía que nos controlaba desde atrás, sentado en una mesa camilla, con su brasero y todo, pero casi siempre, cuando queríamos que nos corrigiera o nos cronometrara había que entrar a buscarlo a la habitación de dentro, que venía a ser el salón de su casa. O lo mismo había que darle una voz porque estaba en la cocina merendando. El Quiles, que por las mañanas daba clases de gimnasia en FP, no debía medir más de un metro y medio, y compensaba la ausencia de cuello con una melona y una panza formidables. El que estaba siempre en el salón viendo la tele pero sin mirarla era el abuelo, El Tío Quiles, un octogenario que incluso sentado se apoyaba en una gayá que no soltaba nada más que para escupirse en las manos y a base de salivazos quitarle verrugas o enderezarle huesos a su clientela, que la seguía teniendo, y numerosa. Como en tantas otras cosas, y esto es algo recurrente, no tardé yo en aburrirme de las clases de máquina, pero bueno, ya estaba allí, y se suponía que tenía que sacarme el título, que iba a ser esa cosa buena para tener en un futuro.
Debía llevar yendo como un año a aquellas clases cuando al Ginés le compraron el pinball. Nos subíamos a su buhardilla y echábamos allí unos ratos magníficos sacudiéndole al cacharro aquel. Tenía sus luces, su muelle este para sacar, y una pantalla con los puntos y todo. Nada que ver con los trastos que nos fabricábamos el resto de los zagales con dos pinzas, un madero y unas cuantas gomas elásticas. Recuerdo estar en su casa y darme cuenta de que se me echaba encima la hora de irme a lo del Quiles. No sé cómo, acabé faltando casi un mes a clases de máquina. Salía de mi casa con la carpetilla azul llena de cuartillas, pero en vez de las teclas de la Remington, me agarraba a los pulsadores del flipper aquel del demonio. Cuando mi madre fue a pagarle el recibo a Miguel, que no sé cómo no previne yo que aquella circunstancia había de darse, el hombre le contó que hacía un tiempo que no me veía por allí. Como a mi madre no le había comentado yo que unilateralmente había decidido dejar aparcadas las clases de mecanografía por el pinball del Ginés unas semanas, se montó un pollo importante. Me estuvo gritando un buen rato, que si esto, que si lo otro, que si anda que, que si mira tú que si,… en fin, era yo un crío por lo general responsable , en el que se podía hacer confianza, y aquello se vio que no había estado bien. Cuando llegó mi padre, se lo contó mi madre, y tres cuartos de lo mismo, sólo que con un tono más circunspecto. Mientras me hablaba mi padre se me pasaron todas aquellas tardes en lo del Ginés por la cabeza y me preguntaba yo si habrían valido la pena en relación a lo que me iba a doler la torta que me iba a dar. Pero me acabó diciendo mi padre que por esta vez iba a pasar, y que no me iba a dar un tortazo ni nada, y que confiaban en mí, y que esperaba que no volviera a pasar, pero que cómo volviera, no me iba a librar nadie de una guantada bien dada. No se puede nadie imaginar con que suspiro respiré yo de alivio. No recuerdo ahora si se lo juré a mis padres o me lo juré yo para mi, pero me propuse no traicionar aquella confianza en lo me quedaba de vida. Pero resulta que al domingo siguiente, cuando iba a misa, por el camino, que no debía haber más de cien metro s desde la puerta de los pisos del Manteco, que es donde vivía, a la iglesia, no sé con quién me crucé, que me dijo que si me iba con él a lo de la Basilia a echarnos un futbolín. Ni me lo pensé. A la altura de la pastelería del Mosquito, en la Carrera del Mercado, que para quien no sea del pueblo, era un sitio en el que no tenía que estar yo mientras el cura seguía dando misa, nos cruzamos con mi padre. Casi me desmayo cuando vi aparecer el coche. Se paró y me preguntó dónde iba, y yo no sé qué me inventé. Me di la vuelta y todavía llegué a misa a tiempo de comulgar.
Cuando volví a mi casa me estaban esperando todos más callados que la mar. O eso se me antojó a mí. Mi padre me dijo que me sentara a la mesa y que comiera, que después íbamos a hablar. Yo me olía el pastel y empecé a inventarme que si mamá no sabes lo que me ha pasado, que cuando iba a misa, los horneros , el pedro y el manolo, que estaban en la calle y he tenido que salir corriendo porque estaban tirando globos de agua, y que he tenido que dar la vuelta por otro lado, y que al final me pensaba que iban detrás de mí y que luego me he encontrado al papá en lo del Mosquito… en fin… en esas estaba yo, que dijo mi padre: “¿tú dónde le habías dicho a tu madre que ibas?” Y yo: “a misa.” Y él: “¿y a dónde te he visto yo?” Y yo: “En la carrera del mercado.” Y él: “cuando termines de comer vamos a hablar tú y yo y te voy a dar una torta que te vas a acordar un tiempo.” Y nos pusimos a comer, y yo la verdad, que de siempre he sido de buen comer, como que se me atragantaba el arroz con pavo ese día. Pero empezaron a hablar de otras cosas, y oye, para los postres ya pensaba yo que lo mismo se le había olvidado a mi padre lo de la torta. Con todo, ya habían terminado todos de comer, se habían levantado y seguía yo allí dándole vueltas al trozo de pera, saboreándolo como debe saborear un condenado a muerte su última cena, imaginándose que lo mismo le han traído la cena, y oye, a la mañana se les va a olvidar que lo tienen que matar, o que lo mismo le llega el indulto mientras se come la merluza. Y en eso que me da mi padre una voz desde la cocina y me dice “ve terminando ya y no te pienses que se me ha olvidado que tenemos que hablar ahora”. Aquello fue lo que se dice un jarro de agua fría. Me terminé la pera, y me levanté de la mesa. Y entró mi padre en la habitación y no recuerdo que me dijo, pero sí recuerdo que me soltó un bofetón así en el moflete derecho que me puso la cara hirviendo. Imagino que algún sopapo me habrían dado antes, pero este es del primero y el único del que me acuerdo, crujidos en el culo o pescozones sí me he llevado, pero guantadas así, alguna más me habré merecido, pero esa ha sido la única que me dio mi padre.
No me acuerdo de mucho más de lo que pasó aquella tarde. Pero sí de que como a media noche, me desperté y desde mi cuarto, escuché a mi padre llorar. Nunca lo he visto llorar y esa ha sido la única vez que lo he escuchado.
Me acabé sacando el título de mecanografía en una de aquellas Remington con sobresaliente, y por si a alguien le interesa, tengo una barbaridad de pulsaciones por minuto. También estoy hecho un hacha al pinball.
9 comentarios:
Si es que los padres, al final, somos unos blandos. Pronto lo verás.
Todo habría sido emocionalmente más sencillo si te hubieran dado una torta preventiva el día que te compraste las primeras cuartillas en la imprenta, para que supieras a qué atenerte. Lo mismo tendría que haber hecho yo con mi Andresito el día que le compré el primer paquete de ceras de colores, y no me vería ahora en la necesidad de volver a pintar de blanco las paredes de medio piso.
Aunque en tu defensa siempre podrás alegar que durante un mes estuviste fortaleciendo tus dedos con el pinball para después poder acometer con mayor desenvoltura y eficacia el aporreo de las teclas de la Remington, lo cual se tradujo a la larga en una notable disminución del número total de recibos mensuales que tuvieron que apoquinar tus padres para que tú obtuvieras el preciado título de mecanógrafo.
A mí el Quiles siempre me ponía en la misma Remington, las más cascada de las que tenía, que tampoco eran muchas, lo cual ahora, con la distancia, me hace pensar en algún tipo de malquerencia hacia mi persona, porque él tenía que saber perfectamente que aquella máquina era una p*t* m**rd*. Así tardé lo que tardé en conseguir el dichoso título de máquina, el cual, por cierto, una vez obtenido te mandaban contra reembolso de 10.000 cucas de las de antes. A mí aquello se me antojó entonces (como ahora) una barbaridad de dinero por un papel, así que nunca fui a recogerlo a Correos. No debí equivocarme demasiado, porque jamás nadie me ha pedido que acredite mis pulsaciones antes de contratarme, ni siquiera el Gonzalo para montar la plaza de toros portátil, que fue mi primer trabajo remunerado y posiblemente también el tuyo (esa es otra historia que podrías contar, seguro que recuerdas más detalles que yo).
Lo que sí conservo aún son las cuartillas con los pasajes del Quijote, para no olvidar jamás la tortura léxica que hube de sufrir en mi más tierna infancia tecleando una y otra vez aquellas ignotas palabras.
es que esto del título era un timo como un camión. yo sí fui a correos con las diez mil pelas. y es que resulta que con aquel dinero, lo que pagabas en realidad, no era el título, que en una clara irregularidad venía efectivamente en el paquete, con su sobresaliente y todo, lo que pagabas, ¡eran los libros del curso! las cuartillas que copiábamos vaya. yo incluso recuerdo fantasear con comprar tres o cuatro máquinas de escribir y ponerme a dar cursos a la manera del quiles.
cierto es que había una remington de aquellas especialmente cascada, y debe ser cosa de que no nos tenía mucho afecto a los cotes, que yo también recuerdo dejarme mis por aquel entonces tiernas yemas de los dedos en aquel cacharro que se atascaba cada dos por tres.
lo de la plaza de toros... jar... es cuestión de tirar del hilo un poco... ahora mismo sólo me acuerdo de los ratos que echábamos en los gemelos... ¿tú te acuerdas de cuanto nos pagaron? ¿fue por montarla y desmontarla o sólo por desmontarla?
y bueno, por lo demás, debe ser que algo me conoces, estaba pensando ahora, y efectivamente, que esto debe haber surgido como reflexión involuntaria a propósito de mi próxima paternidad, de si tendré los bemoles de darle una torta a mi nene cuando se me salte un mes de máquina o no.
en cuanto al concepto "torta preventiva", brillante, nene.
Recurro a este espacio de cultura para pedir una traducción. RESULTA que me encanta "La excepción", hay una canción que se intitula "Nos late fuerte" cuya letra todavía no he descifrado en qué idioma está compuesta y me gustaría entenderla.
Encontré el término Fragoneta en la FRIKIPEDIA. http://www.frikipedia.es/friki/Fragoneta
Pero con eso sólo no logro comprender de qué va la canción, queda mucho por descifrar. HELP!
gatissima! vaya canciones que te me pones a escuchar... me acabo de ver el vídeo en youtube y no me he enterado de mucho tampoco, está cantada en medio-calé, un diccionario gitano-español te puede hacer más apaño que este, como tú lo llamas, "espacio de cultura".
¡espero que vaya todo bien!
¡salud!
Malos mengues les trajelen y el ojete se los pelen que estos jambos primo ni entienden ni güelen, ni distinguen, ni mastinguen, ni mojan tosti en el pringue, ni se chupan los deos después de un buen papeo, no dan la talla becerrillos canallas produciendo amargura sinan guardavallas, hay padrecico, pobrecico, qué lástima de chico, poca sangre, y mucho hocico.¡ja! tú verás yo vine encanao, yo vine enciscao, con Carmona aquí a mi lao, alegrías he topao, las penicas he guardao, pa dar vidilla hemos llegao y sin embargo te has cortao, algo a tí te ha impresionao, lacorruno acobardao, que un gitano y un lisiao aparecieran agarraos, con humildaz se hayan mostrao, razones han bastao, pa que me haya descalzao y el requesón te hayas jallao. Burlatelo como cameles ya sea en tirantes, pantacas, o gayumbeles, va por cangrejos y se le olvidan los reteles, no traiste cebo, por la patilla nunca vienen. Gracias Antonio por tu música, por tu claridad cotidiana, por tu peludez, porque aún nos queda mucho que aprender y que ofrecer ¿Langui el Primo ? ¿Qué? Burlatelo otra vez ...Nos late, late, bullate, chocolate late que nus maten ...
ESTRIBILLO
Y es que nos late fuerte fuerte el corazón, goza y llena el alma de ilusión, pa tí lo canto, mira vívelo.
Sonríes te da lache no anduvamos con farsa ¿ y qué es lo que pasa?, sigue la comparsa, payitas no queremos que menen su tanga ¿y qué es lo que pasa?, mi gente la manga. Marcha camelo , akais en vuelo, freno porque soy bueno y dikalo, estilo calo se diferencia cogemos testigos tratamos herencias, la esencia no se perturba, se queda y entre bombos y cajas me tocan la guitarreja, la ceja no se levanta taranta, en la garganta nus deja gozo alegría, ¿tú me seguirías? suerte sería si de dos hilos pendiera, si obtuviera el futuro yo lo auguro sin un duro y una ruina de ignorancia, perseverancia del duende de que no fuímos gitanicos rubicos de akais verdes. Fue del destino y en tu carrino y del casino verduguete humildad, no tuvimos juguetes y el soniquete continuó su tradición creció en espesura y la duda dura pues surgió, se mostró en un platico de habichuelas con arroz. Que no falte la cordura pa aumentar la ambición que de vidilla a la cultura en un estao de confusión. Nunca dije fragoneta, tampoco malacotón y si tengo que ser patriarca lo seré del Hip Hop.
ESTRIBILLO
Gata ¿Que parte no entiendes? XD
las cosas que hace uno por amor...
Yo soy de otra quinta y no tuve que sufrir eso de la mecanografía. A mí me enseñó mi madre y tampoco es que escriba rápido que digamos, pero algo es algo.
¿Tuvisteis que pasar por la taquigrafía también?
En cuanto a las "tortas preventivas" no son imprescindibles creo yo. Fíjate que tu padre, en cuanto te dijo "come come, que luego tenemos que hablar tú y yo..." ya prácticamente había conseguido el objetivo de que tomases conciencia de la metedura de pata. Seguro que con un sermón posterior le habría bastado.
A mí sólo me dio una vez un cachete en el culo y lloró, tal como relatas tú. Al final la conciencia te puede en estos casos y te duele pegarle a un chaval, aunque sea como escarmiento.
Por cierto Juanjo, yo he retomado el Quijote para leerlo y me gusta mucho. Cuando eres mayor se coje con más cariño y se aprende mucho.
Ajax Telamonio ya pasamos de los 200 comentarios en Game Over...
¡Vaya offtopic la canción! Tiene coña de verdad.
Saludos.
Hola Decepcionado! Si que me fije en los de los 200 mensajes. Y esta vez no pasó nada raro en el blog o por lo menos yo no me percaté.Confieso que he perdido un poco el hilo de esa entrada y no la tengo tan controlada como antes. Lo de la otra vez es un Expediente X aún si resolver. Pero vamos, que doy fe que algunos mensajes fueron abducidos. Cuando se escribia con la Remington que comenta Tiago estas cosas no pasaban oiga...
coruñés, la torta me vino bien. como te digo, no sé si yo seré capaz de hacerlo algún día, pero aquella me vino bien. te lo digo yo, que fui al que se la dieron.
el quijote es lo más grande. pero copiar aquellas cuartillas con diez años era un puto coñazo.
con el revival de lo del quiles, ahora tengo el antojo de comprarme una remington de estas. aunque sea de adorno.
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