Granjero Busca Esposa. Episodio 4. Las cosas se calientan (segunda parte)

definitivamente, las camas son muy pequeñas

Pues lo dicho, seguimos donde lo dejamos. Otros dos.

Carlos El Cachas (en según que plano da la impresión de medir más de hombro a hombro que de pie a cabeza) sigue trabajándose esa imagen de hombre malboro de motril, pero en vez de ir por ahí con el caballo agarrando bisontes, se decide a echar el día en la playa montando a sus pretendientas (en sus corceles). Si yo fuera él me dedicaría a tratar de conquistar a la canaria, Idaira, que para el que no las conozca todavía es la que está buena de los dos, la que no llora todo el rato, ni le deja caer a cada momento que cuando se casen esto que cuando tengan hijos lo otro. Gran estrategia esta para conquistar a un hombre en una semana Dafne, ya te lo digo yo desde aquí. Carlos dice de ella “está siempre que si nos casamos, que si niños, y yo le soy un poco borde”. Además, Idaira se da un baño en porretas con dos calderos de agua al aire libre, que me imagino yo a los paisanos desojándose desde los invernaderos que se veían al fondo. Está claro que se trata de un giro de guión... porque a la pobre no se le da bien actuar cuando se cruza con Carlos “ahí voy, a darme una ducha en la calle, que como en la bañera no tienes agua...”, y digo yo, ¿el agua de los calderos de dónde la has sacado?, y una vez que la tenías en calderos ¿no podías haberte metido en la ducha con los cubos en vez de salirte a la puerta del cortijo? Para el que no sea de campo, ya le digo yo que sí lo soy, que la gente no sale en pelotas a en medio de la era a echarse agua por lo alto. Al pobre mío todas le meten trolas. Primero fue la vieja que le colocó la foto del book con sombrero y veinte años menos, después otra de sus elegidas que se le largó, y ahora, la llorona que decía que le encantaban los caballos y que sabía montar, y que cuando tiene que subirse le pasa como a mi, que no sabe por donde encalomarse encima del bicho. Él la cala enseguida. Ella, como tiene pensado quedarse preñada en un par de semanas ya va adelantando, o debería decir calentando, todo lo que puede “¿y podré montar desnuda?” y él “desnuda te puedes montar, lo que pasa es que te suda el culo”. Romanticismo del diecinueve. Y ella, sigue dale que te pego con cuando estén juntos bla bla... él, como si oyera llover... Y ella, a la cámara “estoy tan feliz, este es el día más feliz de mi vida, podría morirme hoy... “ Y él mientras tanto además de decirle a la cara que es una bocazas, confiesa, lacónico, “ella me ve perfecto para ella, pero yo no la veo perfecta para mi”. Está claro que si al principio la eligió porque le hicieron gracia sus lloros y su sensibilidad, ahora le está resultando muy cargante (como a todo ser humano, pienso yo), y no duda en darle cortes a diestro y siniestro. Mismamente en la frutería, cuando ella agarra lo más parecido a un pene que ahí por allí y pregunta “¿estos pepinos son buenos?” y él, casi sin mirarla “¡eso son calabacines! (mendruga)”. Ella, a base de tortazos empieza a intuir algo, se echa algún llanto (pero eso sí, ella sólo llora de felicidad), y dice “como acumule un cupo de cosas que no me gusta me voy a mi casa más rápido que Dios” y yo digo: ¡ja!, mona, a ti no te echan de ahí ni con agua hirviendo... Al final, alguien le sopla a Carlos que está Dafne lloriqueando por las esquinas, y él, que es un poco tontón, se va y le da unos achuchones y le pide perdón por haber sido tan seco. “Entiéndeme, estoy en mi pueblo y todo el mundo me mira”. Pero vaya, la elección ya está hecha. La otra, y me da igual quien sea. Todo antes de este tormento de mujer. Vive Dios.

Madre mía como me enrollo... voy rápido con Los Vitis... Sigo liándome un poco con quien es quien en esta granja y me da que ni ellos se aclaran, vamos, que ¡¡aquí se va armá un follón!!!... básicamente a cada granjero le ha tocado una vaga y una listilla, obviamente, las más guapas son las vagas (tienen que molestarse menos) y las más feas y/o viejas tienen que currarse lo de fregar los platos, recoger la mesa, plantar pimientos y demás. Ellas lo notan, y especialmente una rubia mayorcita, Goya, que se trae un aire a Esperanza Aguirre empieza a rebelarse y dice de su oponente “esta chica ha venido a darse a conocer de sus masajitos y eso”. A buen entendedor pocas palabras bastan, pero por si acaso, explicito yo lo que me da que quiere decir la aguirre: es de todos sabido que el caché de las señoritas de compañía se dispara cuando aparecen en televisión, y esta mujer ha venido aquí a subir su cotización en el mercado, de la carne, se entiende. Josefina, que sigue como una moto y que es la más descarada de todas no duda en decir “es un partidazo el Pedro”. Van todas a cocinar con Delfina, gran nombre para una madre que a saber lo que tiene que haber padecido con los zipi y zape camperos estos. Ella sólo quiere una mujer limpia como nuera. Josefina, que tiene un punto de tarada, lo primero que hace es decirle que no se ha lavado las manos para hacer los pasteles. La mujer traga saliva y dice “bueno, a mi me da igual, como os los vais a comer vosotras”. Luego hay un momento de tensión sexual total, cuando uno de los vitis va a dar las buenas noches a sus mujeres, con Josefina en picardías, enseñando un tomatazo que apenas pueden contener esas bragas que muestra a todo el que quiera verlas... las cosas como son, tiene unas buenas piernas (aunque el viti no tarda en dejarla en evidencia diciendo no sé qué de que se le ven los pelos...), pero no es plan de armar una bacanal allí en un dormitorio con dos camas minúsculas en las que apenas caben estas mozas. Que por cierto, pienso dedicar un post exclusivo a los dormitorios en los que alojan a los aspirantes. Se nota que son siempre los que los nenes, ahora crecidos, tenían cuando pequeños. Y habría que hacer especial mención a las colchas imposibles.

Y otra vez se me hace tarde... definitivamente tengo que enrollarme menos a partir de ahora... me liquido a los otros dos mañana... la granjera no da mucho juego, pero a Alberto corazón de melón no puedo saltármelo...