Seis granjeros, todos machos, y hasta diez hembras por
barba. Ellos hacen su entrada en escena a lo Reservoir Dogs pero con música de
Raphael. Que por cierto, premio especial para el de la música, si ya en
ediciones anteriores estuvo sembrado, en esta, se sale, con un conocimiento y
un emplastamiento de lo indie y de lo cañí simplemente sublime. Pues eso, que
llegan los granjeros como motos, y se van asomando a una loma en la que Luján
los presenta en sociedad. Empieza la fiesta.
Hoy me he levantado con las mismas sensaciones que debieron
tener en la mañana del 21 de julio de 1969 los millones de televidentes que la
noche anterior contemplaron atónitos como el comandante Neil Armstrong plantaba
la bota en la Luna. Me pregunto si fue verdad o acaso un delirio. La primera hora de la
cuarta edición de Granjero Busca Esposa, con la presentación de los personajes
(granjeros y aspirantes a granjeras), su encuentro y las entrevistas que mantuvieron
fue inolvidable. Un prodigio del entretenimiento, materia prima exquisita, guión
primoroso y montaje trepidante para elevar el reality a la categoría de arte.
Confieso que empecé a verlo con cierto escepticismo,
esperaba una telecinconización del formato, que Luján ya no estuviera tan guapa,
que los granjeros vinieran resabiados, que las aspirantes solo fueran el
remanente del casting de Mujeres, Hombres y Viceversa y OT, ahora que ya no
hay,… en fin, dispuesto para una decepción. Y fue todo lo contrario. Los
espíritus de David Escur, Los Vitis, Pedro, la madre de Natalia y el abuelo de Alberto
se han conjurado para que como en Mad Men, la cuarta sea la mejor de sus
temporadas.