martes, febrero 16, 2010

Bouvard y Pécuchet. Las infinitas manifestaciones de la estupidez.

 

Leí este libro hace como un par de meses, y tenía pendiente darle un pequeño repaso antes de dar por terminada oficialmente la lectura. Hubo un año, hace como once o doce que me dio por hacer crítica cinematográfica en dos líneas. Guardaba la entrada del cine enmarcada con celo y rodeada de unas líneas contando lo que me había parecido.  Obligarme a escribir aquellas pocas líneas sobre lo que veía me suponía un ligero ejercicio de reflexión, que además debía serlo de síntesis también por las dimensiones de la libreta en que recopilaba aquellos tickets y las notas a propósito. Me gustaría decir que he repasado esas notas y he encontrado alguna cosa interesante, pero la verdad es que ni me he molestado en buscar la libreta, que ni sé dónde andará, ni por tanto me he entretenido en leer lo que escribí. Eso sí, recuerdo que era agradable parir y coleccionar aquellas reseñas sui géneris. Un poco así funciona ahora esto del blog.  Veo, leo, escucho o recuerdo algo y lo catalogo aquí, con su etiqueta y todo. 
Pero tantas lecturas les habían trastornado el seso.

Bouvard y Pécuchet son dos almas gemelas, dos abueletes críticos con la vida moderna, a los que en el ocaso de sus vidas el azar reúne y da, herencia mediante, la posibilidad de retirarse al campo. Se compran una propiedad y deciden allí poner en práctica lo que van aprendiendo en los libros a propósito de agricultura primero, después de alquimia, química, geología, historia, literatura, política, amor, gimnasia, medicina, filosofía, pedagogía… resultando en todos los casos, ya sean pepinos o churumbeles, la aplicación de los conocimientos leídos en descorazonador desastre.  Dicen en la contraportada que quizás sea esta la culminación literaria de ese implacable observador de la naturaleza humana y de las infinitas manifestaciones de la estupidez que fue Gustave Flaubert. Es este asunto último uno que no deja de asombrarme a mi todos los días y al que pensaba dedicar este rato, pero como siempre me he perdido por el camino y ya mejor lo dejo para otro día. Siguiendo con el libro, la pena es que esté sin terminar. Murió el genio sin rematar el libro. Sólo se han encontrado apuntes de cómo pensaba hacerlo. Mola mucho. El final que pensaba darle y el libro entero. Escribe este hombre como los ángeles a los que les dé por coger la pluma y además de las múltiples lecturas te echas unas buenas risas a propósito de eso de las muchas formas de la idiotez de los mortales, que no forzosamente han de ser siempre los protagonistas de la fábula. Si alguien quiere leerlo, se lo recomiendo , está en Tusquets por siete euros y pico. Yo sigo siendo igual de lerdo que antes de leerlo, pero seguro que a vosotros os hará mejores personas.        

En ciertas ocasiones el arte conmueve a los espíritus mediocres y sus intérpretes más torpes pueden revelar verdaderos mundos.

2 comentarios:

Kinezoe dijo...

Parece interesante el libro, como también lo es esa curiosa afición que usted tenía: críticas cinematográficas en dos líneas... Me habría gustado saber con qué dos líneas describió -en el hipotético caso de que la hubiese visto- la experiencia de Mulholland Drive, una de las mejores películas que haya podido ver en esta década que todavía dura.

Saludos.

Tiago Cotes dijo...

pues creo que fue una de las películas "criticadas"... si algún día encuentro la libreta lo cuento aquí... recuerdo que fue algo así como esta película ha sido como un sueño raro, lo mejor, que no me he enterado de nada y me ha encantado. probablemente destacaría también las estupendas jamelgazas que salen :-)

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