miércoles, septiembre 16, 2009

los detectives salvajes y los poetas de la calle escoberos




Hace como diez veranos recuerdo ir a la Calle Sigue Andrés Manjón (estas cosas sólo pasan en mi pueblo) a lo de mi primo Juanjo y verlo leyendo Los Detectives Salvajes. Por aquel entonces leía yo también bastante, pero en principio todo libro que pasara de las quinientas páginas no entraba dentro de mis presupuestos. De todas formas me quedé con el título. Hace como cinco años, rebuscando en una librería de segunda mano, estaba a cinco euros y me lo agencié. No ha sido hasta este verano que me ha dado por leerlo. Entremedio de todo esto, le ha dado tiempo a Bolaño a salir en Soldados de Salamina, morirse, y hacerse famoso en EEUU. No tengo claro si en este orden.

Se trata de la epopeya de un par de prendas, Arturo Belano y Ulises Lima, en su búsqueda de la poetisa jeroglífica Cesárea Tinajero. Del antes, del después y del durante. Todo contado en forma de testimonios aleatorios un poco a lo Rayuela. Tengo que confesar que si bien empezó resultándome un poco cargante, la terminé disfrutando mucho.

Muchas cosas me vinieron a la cabeza leyendo el libro este. Las evidentes reminiscencias literarias, esta que he dicho de Rayuela, y mucho también de En El Camino de Kerouac, con demasiados símiles como para obviarlos.... igual que Belano es Belaño, digo Bolaño, Sal Paradise era Kerouac, e igual que Belano tiene a Lima, Sal tenía a Dean, y viajaban en coches, y las drogas, y las ciudades, y bueno, y todo... También, sobre todo en los pasajes la germinación del grupo este de real visceralistas, me hizo recordar una revista que montó mi primo, el mismo de la Calle Sigue Andrés Manjón en Vélez-Rubio, pero esta vez en la Calle Escoberos en Sevilla, paralela de la Becquer, que hubiera sido una calle con un nombre mucho más pertinente para que germinara allí un movimiento poético. No daré nombres, primeramente porque casi no los recuerdo, pero lo que si recuerdo es pasar por el pasillo, y quedarme turulato escuchando a aquellos elementos cambiando el mundo. Llegué a escuchar, que el trabajo era un absurdo, que los animales no necesitaban trabajar y vivían, y que lo que teníamos que hacer era dedicarnos a ir recogiendo las frutas de los árboles. A mi primo, que es Cotes, me parece que lo que le interesaba de verdad era desarrollar sus habilidades de maquetación en Photoshop 2.0. Y uno, que es de pueblo, y que de no haber sido por que mis padres decidieron cambiar el rumbo de la historia, debería haberse dedicado desde bien chiquitico a la labranza, el abono, la siembra, la siega y cría de cerdos, cabras, ovejas, conejos y gallinas, pues como que no veía claro eso de ir cogiendo las frutas de los árboles y cazando conejos así por que sí... Viene aquí al caso una cosa que me dijo mi abuelo Quico una vez cogiendo almendra, “todo el que no se dedica a la agricultura, mierda tenía que comer”. No llego yo a tanto, pero digamos que si no comer mierda, al menos mucha hambre habrían pasado estos zagales de no haber sido por los ingresos en cuenta semanales de sus respectivos progenitores. Porque para litronas no les faltaba. No veas como dejaban la casa. Total para nada. A fin de cuentas creo yo que lo único que les interesaba era impresionarse entre ellos (chuparse las pollas dicho malamente) y lo que viene siendo el folgar.

Así era Arturo Belano, un pavorreal presumido y tonto. Y el realismo visceral, su agotadora danza de amor hacia mí. Pero el problema era que yo ya no lo amaba. Se puede conquistar a una muchacha con un poema, pero no se la puede retener con un poema. Vaya, ni siquiera con un movimiento poético.

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