Granjero Busca Esposa. Cuarta temporada. Los que me quedaban del segundo episodio.

momento tijeril

El Yoni mientras sigue a lo suyo. El cubateo y alternar con los colegas. Estos son de los que sueltan el tractor el viernes, se enganchan a beber y así hasta el lunes por la mañana. Sus dos chonis están al caer en el pueblo y él solo está preocupado por como dará en cámara. Bien sabe que una vez se despache a estas dos y se emita el programa se va a convertir en una especie de leyenda local. No le van a faltar pueblerinas desesperadas a las que cepillarse y esa perspectiva le alegra las mañanas en la era. Y llegan sus mujeres. Las dos se acaban de echar el tinte rubia-de-bote-chocho-morenote en sus respectivas peluquerías de ciudad. Pero vaya, que estas dos más que de ciudad, son de barrio. Está la vieja y la fea. No me he aprendido los nombres, porque vaya, dudo mucho que el mismo Yoni sepa como se llaman. Él lo único que piensa es en cepillárselas a las dos. Se pone muy pesado con lo de que se va a tirar a una primero, luego a la otra, luego a los dos, a las tres… Pensaba yo que iba a ser más cachondo pero ya me está cansando.

 César. Este es el Fernando Esteso de los granjeros. Como si fuera la verbena de la Paloma, llegan sus pretendientas, una morena y una rubia. También las recibe todo el pueblo a lo Bienvenido Mr. Marshall. Los paisanos están encantados con el tetamen de la rubia, que va pero que bien servida. Él las obsequia con un ramo de flores envuelto en papel de aluminio. Algún difunto debe estar echando sus flores de menos. La rubia está paranoica. No sé si es así o es que las cámaras la ponen nerviosa, pero está muy tensa, no para de hablar, hasta de matrimonio, y de fregar los platos. El hombre pide unas pizzas para ver si se relaja el ambiente, pero ocurre todo lo contrario, la tetona, como si fuera una peluquera loca agarra unas tijeras y se lía a cortar porciones y repartirlas. Se ve que a la morena le cae un cacho con queso y la quería sin queso o algo, que se le subleva y le viene a decir que se siente y se calle un rato que ya está hasta el moño de escucharla y llevan un día no más. Se enzarzan entonces las dos en una discusión bastante absurda. César, mitad Salomón, mitad Esteso, suelta un “cuidado con las tijeras” le quita la herramienta a la loca y se marca un par de imitaciones descacharrantes del momento tijeril. Al día siguiente en la granja, la rubia monta otro show y está a punto de vomitar en la cochinera. “Yo soy supermegapija”. Claro, claro… Como dice César, “es un cielo, pero es un cielo nublao”. Calada.

El señorito Luis recibe a las suyas en el porche del cortijo. Sentado en su sillón poang del Ikea con las gafas de sol en la frente. Que por cierto, otra decepción de cortijo. Una casucha ahí en medio del campo, con sus habitaciones penosas y mucho polvo y mucha mierda. Como esperaba, absolutamente nada de lo que hablar en su granja. Aparte de que sea igual de dislexico que sus colegas. Leer en voz alta las cartas de sus cibernovias es un martirio para todos. También comparte el gusto por el plástico para las sillas y la vajilla.

Y para terminar, Gustavo Landa. Como no, primero le traen a su debilidad, la brasileña. Y nada, se buscan por allí por las calles del pueblo, y se ven, y se abrazan, y se cogen de la mano y así, como quinceañeros, se pasean por el pueblo. Montan una fiesta a la que parece que está invitado medio pueblo y allí les presenta a sus hijos. A una de las niñas le dice “esta es la novia de papá”. Al hijo, adolescente, le da hasta vergüenza mirar a la novia en cuestión… Las hijas sin embargo, parecen encantadas. Son un amor. Con toda naturalidad sueltan que quieren una madre para que esté con ellas y les ayude con los deberes. En fin, que me ablandaron el corazón. Pero volviendo a lo terrenal, una tía de Gustavo suelta a cámara y como quien no quiere la cosa “como las brasileñas son tan cariñosas y tan melosas y bueno esas cosas que les gustan a los hombres”. ¡Toma ya! La gordita (la otra), llega con retraso, los invitados a la fiesta de bienvenida le aplauden, pero vaya, para el viaje que lleva, mejor se hubiera quedado en su casa. Tiene CERO que hacer. “Te lleva ventaja" le dice Gustavo. Digamos que si fuera una carrera de Madrid a Barcelona, la gorda todavía no habría salido cuando la brasileña ya podría ver la Torre Agbar. Sin embargo, un paisano da en la clave de lo que podría darle la vuelta a la tortilla “Qué buenas tetas tiene”. Me da a mí que ni con esas, ni la perturbada que le manda mensajitos, ni la cibernovia, ni esta con todas sus ubres tienen nada que hacer. Alea iacta est.