La voz de la diáspora griega. Una especie de Antoni o Molina heleno. De origen humilde como el nuestro, pero con un pasado más turco y tormentoso. Su padre, miembro de la resistencia, fue torturado hasta la muerte durante la ocupación fascista de Grecia. Esta infeliz circunstancia hizo que tuviera que emplearse desde bien jovencito en una fábrica. Allí, el patrón cambió su destino y el de la canción griega el día que le regaló una guitarra. Pronto se relacionó con lo más selecto de la escena musical patria, y conoció a su media naranja musical, Marinella, con la que formó uno de los dúos más legendarios de la canción griega.
Tiene una voz muy especial Kazantzidis. De esas que le conmueven a uno aún sin entender una palabra. Yo lo descubrí en The Wire, sonando en una casete en el bar en que los Sobotka quedaban con El Griego para sus trapicheos en el puerto de Baltimore.
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